CEREZAS, esas perlas ácidas y cárdenas que se deshacen dulcemente en la boca. Probablemente una de las frutas cuya corta temporada es más ansiadamente esperada. La cereza negra y dulce fue introducida en Roma e Hispania por Lucio Licino Lúculo, probablemente desde las montañas del Cáucaso. Pronto fueron conocidas las cerezas de Lusitania, cultivadas en las húmedas colinas atlánticas, y es que en verdad el cerezo es un árbol que gusta del agua, de la montaña, del frío y la humedad. El guindo o cerezo silvestre crece espontáneo en la mayor parte de Europa, en los Pirineos, norte de España, sierra de Madrid y algunos bosques puntuales, caducifolios y húmedos de Catalunya, el Maestrazgo de Teruel y Sierra Nevada.
Aún así es muy probable que a muchos de nosotros nos venga a la cabeza la cereza de Alicante o la floración del cerezo a finales de Marzo en el valle del Jerte, en Extremadura. La cereza, ese fruto tan codiciado, se planta y cultiva con éxito en gran parte del sur y este de la península, entre montañas y pedregales aparentemente secos y sin agua. Todo se lo debemos, en parte, a este humilde arbusto:
Prunus mahaleb
Cerezo de Santa Lucía, también llamado cerezo de zorra por la afición que tienen estos animales en comer su fruto. Vive en las montañas mediterráneas, aguanta duras condiciones de sequía, el rigor estival y suelos calcáreos y rocosos donde apenas se acumula el agua. Su fruto es diminuto y ácido para llevarlo a la boca aunque poca gente conoce que del polvo de su semilla se obtiene uno de los mayores estimulantes masculinos, un potente vigorizador sexual capaz de retar a la mismísima viagra. Aunque popularizado y comercializado por los dálmatas a partir de guindas en la costa croata, debemos la receta original a los habitantes de las montañas balcánicas, conocedores de este secreto, quienes elaboraron por primera vez el licor marrasquino a partir de las pequeñas semillas de Prunus mahaleb. Otra de sus propiedades es la presencia en madera de cumarinas que le confieren un olor aromático al corte y algunos usos medicinales.
Pero quizás el uso más frecuente que se le da al cerezo de Santa Lucía es como porta-injertos.
Los fruticultores de secano aprovechan la fertilidad y el crecimiento espontáneo de esta especie, y su resistencia a suelos árido y pedregosos para injertar sobre ella el cerezo común, con tanto éxito que las cerezas levantinas producen, bajo el sol, tantas o más cerezas e incluso mucho más dulces. Se practica este injerto, en especial en Levante, donde a diferencia de Extremadura, el suelo alcalino sería un problema para plantar directamente Prunus avium. Para ello toman estacas de tallos leñosos y vigorosos cerca de la base, para plantarlos durante el invierno y usualmente se injerta la variedad seleccionada de cerezo sobre Febrero-Marzo.
El injerto más frecuente en Catalunya y Levante es el injerto lateral de la variedad Burlat.
La presencia de otros pies de Prunus mahaleb sin injertar es beneficiosa como polinizadores del cerezo.
El cerezo así injertado, cerezo de secano, llega a desarrollar un porte medio, una alta resistencia a la sequía y una fructificación dulce y segura.